(Por Manuel Torrado / Relato recopilados por el autor - ver nota al pié de página)
Aquel domingo fui al Club “liviano de equipaje”. Con el barco en el varadero y mi familia desparramada en actividades terrícolas, quedé en un añorado estado de “libertad condicional” del cual decidí gozar dándome el gusto con cosas simples. Emprendí, entonces, una distendida y solitaria gira que empezó por los almacenes navales de San Isidro y terminó con una escala en la librería náutica de Hernán. Luego, fui a cerciorarme de que el pintor estuviera avanzando en tiempo y forma con el fondo. Mi asombro fue mayúsculo al comprobar que, lejos de encontrarme con retrasos o excusas, en una semana podría estar nuevamente en el agua.
Así fue como se hicieron las dos de la tarde y el hambre llamó a mi puerta sin mayores sofisticaciones, quería algo sencillo…¿qué tal un rico, simple y dorado pollo al horno con papas?.
Subí las escaleras hacia el comedor del Club saboreando de antemano el platillo elegido. Me senté en una mesa chiquita, un poco escondida, con vista al Río. No quería acompañantes casuales ni charla ajena inútil. Ese iba a ser un momento dedicado a mi espíritu: el pollo y yo a solas, con las papas y un vinito como únicos testigos, claro. ¡Día perfecto como pocos!
Lucas, el mozo, estaba desbordado, más o menos como siempre. Hace mucho lo apodamos La Cigüeña: “porque no sabés qué te va a traer, ni cuando”…
Advirtiendo la espera Tito, el concesionario, acudió en mi auxilio sin perder un minuto.
Para los que no lo conocen, vale la pena detenerse en describir a Tito. Él, cuando alguien osa hacerle sugerencias sobre su servicios, se defiende definiéndose como un “hombre de oficio”. La realidad es que es un “hombre de oficios”. Al igual que Don Quijote contra los molinos de viento, le ha arremetido a la vida con cuanta ocupación a uno se le pueda ocurrir… todas sin éxito. Había hecho de todo antes de recalar en nuestro Club... y un maldito día varó en nuestras costas.
Para los que no lo conocen, vale la pena detenerse en describir a Tito. Él, cuando alguien osa hacerle sugerencias sobre su servicios, se defiende definiéndose como un “hombre de oficio”. La realidad es que es un “hombre de oficios”. Al igual que Don Quijote contra los molinos de viento, le ha arremetido a la vida con cuanta ocupación a uno se le pueda ocurrir… todas sin éxito. Había hecho de todo antes de recalar en nuestro Club... y un maldito día varó en nuestras costas.
Si se les viene a la mente la imagen de algo que llega maltrecho a la playa (resaca) a merced de las olas, están comprendiendo la estructura que pretendo darle a su biografía, especialmente a su llegada al mundo náutico.
Locuaz y sabelotodo, Tito es capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa, inclusive a grupos de gente demostradamente coherente. Mediante una rara hipnosis verbal logra que, todavía, muchos piensen que puede llevar adelante un restaurante.
Su frase predilecta es: “un día voy a ser Comodoro de este Club”...y lo peor es que lo cree.
No puedo olvidarme de la mañana en la que, con tono firme y expresión segura, convenció a una parejita novata, propietaria de un Grumete, de que el Pronóstico y lo que opinábamos TODOS los socios estaba equivocado. ¡Una vez que en el Club estábamos TODOS de acuerdo con algo!
Locuaz y sabelotodo, Tito es capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa, inclusive a grupos de gente demostradamente coherente. Mediante una rara hipnosis verbal logra que, todavía, muchos piensen que puede llevar adelante un restaurante.
Su frase predilecta es: “un día voy a ser Comodoro de este Club”...y lo peor es que lo cree.
No puedo olvidarme de la mañana en la que, con tono firme y expresión segura, convenció a una parejita novata, propietaria de un Grumete, de que el Pronóstico y lo que opinábamos TODOS los socios estaba equivocado. ¡Una vez que en el Club estábamos TODOS de acuerdo con algo!
Recuerdo sus palabras:
- Que Pampero ni Pampero... - dijo luego de largar una carcajada digna de una opera - Chicos, acá hay muchos que hablan y muchos que temen.... Esta barra es la Universidad de la Calle. Si yo no supiera mucho de Meteorología viviría ensartado, comprando mercadería de más para que después me termine lloviendo los fines de semana. Yo al Río lo miro y lo intuyo... al cielo lo leo, al clima lo presiento. No va a haber Pampero, ¡hoy es un día para navegar!
Bueno, para el que le gusta navegar con 40 nudos de viento del SW, indiscutiblemente, era el día. Fue un milagro que la parejita volviera sana y salva, con el barco en una sola pieza (y más milagro aún que siga navegando). Cuando retornaron de su “aventura” fueron en demanda de algo caliente para tomar.
Tito, para evitar la trompada, los atajó a tiempo:
- ¡Esos son navegantes!. A ver... ¡que aplaudan los que están sequitos y cómodos, che!
Lo asombroso es que logró que un grupo aplaudiera, lo cual hizo que se dibujara una sonrisa en los pálidos rostros de sus jóvenes víctimas. Y fue por más:
- ¡Chicos míos!- dijo, mientras abrazaba a los sobrevivientes - lo que tomen ahora corre por mi cuenta, hoy los invito yo. ¡Esa es mi gente! Cuando sea Comodoro los quiero en la Comisión.
Pero volvamos a mi pollo al horno con papas. Tito me palmeó y me dijo (usando su clásico plural que lo incluye en cosas a las que no se lo invita):
- ¿Hoy no navegamos Jefe?
- No, hoy no – le contesté en forma cortante, como para que entendiera que ese día pretendía estar poco comunicativo con él.
- ¿Qué le servimos Don Manuel? Hoy tenemos una Milanesa a la Napolitana para no olvidar y...
- No, Tito, gracias, yo quiero un pollo al horno con papas...
- Que Pampero ni Pampero... - dijo luego de largar una carcajada digna de una opera - Chicos, acá hay muchos que hablan y muchos que temen.... Esta barra es la Universidad de la Calle. Si yo no supiera mucho de Meteorología viviría ensartado, comprando mercadería de más para que después me termine lloviendo los fines de semana. Yo al Río lo miro y lo intuyo... al cielo lo leo, al clima lo presiento. No va a haber Pampero, ¡hoy es un día para navegar!
Bueno, para el que le gusta navegar con 40 nudos de viento del SW, indiscutiblemente, era el día. Fue un milagro que la parejita volviera sana y salva, con el barco en una sola pieza (y más milagro aún que siga navegando). Cuando retornaron de su “aventura” fueron en demanda de algo caliente para tomar.
Tito, para evitar la trompada, los atajó a tiempo:
- ¡Esos son navegantes!. A ver... ¡que aplaudan los que están sequitos y cómodos, che!
Lo asombroso es que logró que un grupo aplaudiera, lo cual hizo que se dibujara una sonrisa en los pálidos rostros de sus jóvenes víctimas. Y fue por más:
- ¡Chicos míos!- dijo, mientras abrazaba a los sobrevivientes - lo que tomen ahora corre por mi cuenta, hoy los invito yo. ¡Esa es mi gente! Cuando sea Comodoro los quiero en la Comisión.
Pero volvamos a mi pollo al horno con papas. Tito me palmeó y me dijo (usando su clásico plural que lo incluye en cosas a las que no se lo invita):
- ¿Hoy no navegamos Jefe?
- No, hoy no – le contesté en forma cortante, como para que entendiera que ese día pretendía estar poco comunicativo con él.
- ¿Qué le servimos Don Manuel? Hoy tenemos una Milanesa a la Napolitana para no olvidar y...
- No, Tito, gracias, yo quiero un pollo al horno con papas...
El hombre se quedó inmovilizado, como si fuera un actor que, de pronto, se olvida el libreto. Después de unos segundos de mirarme fijo, me preguntó:
- Bue... ¿qué parte del pollo quiere?
- Pechuga.
- Se la debo. ¿Puede ser muslo?
Como una nubecita que va creciendo en medio de un inmenso cielo celeste, la respuesta de Tito comenzó a empañar ese espléndido día.
- Bueno, que sea muslo - respondí corto, como para no dar pie a más charla.
- Muy bien. ¡Hombre de decisiones rápidas Don Manuel!, no como los amigos de la Comisión Directiva, ja,ja,ja. Eso si, más que muslos son muslitos. Los pollos me vinieron flacos. Además en Balcarce hubo una nube de no sé qué gas y las papas que me entregaron salieron chiquitas y duras. ¡Se me va morir de hambre patrón!
- Bue... ¿qué parte del pollo quiere?
- Pechuga.
- Se la debo. ¿Puede ser muslo?
Como una nubecita que va creciendo en medio de un inmenso cielo celeste, la respuesta de Tito comenzó a empañar ese espléndido día.
- Bueno, que sea muslo - respondí corto, como para no dar pie a más charla.
- Muy bien. ¡Hombre de decisiones rápidas Don Manuel!, no como los amigos de la Comisión Directiva, ja,ja,ja. Eso si, más que muslos son muslitos. Los pollos me vinieron flacos. Además en Balcarce hubo una nube de no sé qué gas y las papas que me entregaron salieron chiquitas y duras. ¡Se me va morir de hambre patrón!
El diablo existe y se representa en estos personajes y en estos momentos. Por supuesto que continuó hablando y dijo:
- ¿Por qué no me hace caso y prueba la Milanesa Napolitana? Mire... si no le gusta no se la cobro.
Luego de decir esto se quedó quieto, una vez más mirándome fijo y sonriendo...
Decidí darme por vencido y aceptar precozmente antes de llegar, de todos modos, a la Milanesa Napolitana pero mucho más desgastado. Tito se marchó desbordante de alegría, una vez más había hecho lo que se le antojaba.
Miré a mi alrededor y mi sorpresa fue mayúscula. ¡En TODAS las mesas estaban comiendo Milanesa Napolitana! Un niño de un año comía Milanesa Napolitana. Carlos Fraschi (que vive a régimen) estaba comiendo Milanesa Napolitana. Lucas Del Valle (que es vegetariano) estaba comiendo Milanesa Napolitana...
Me di cuenta de algo terrible:
Miré a mi alrededor y mi sorpresa fue mayúscula. ¡En TODAS las mesas estaban comiendo Milanesa Napolitana! Un niño de un año comía Milanesa Napolitana. Carlos Fraschi (que vive a régimen) estaba comiendo Milanesa Napolitana. Lucas Del Valle (que es vegetariano) estaba comiendo Milanesa Napolitana...
Me di cuenta de algo terrible:
Tito iba a ser Comodoro algún día.
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Nota: Recibí este relato. No conozco al autor, por lo que no tuve oportunidad de pedirle permiso para su publicación, pero me pareció que vale la pena incluirlo en la página. Espero que Manuel Torrado no lo tome a mal, y se ponga en contacto con nosotros.
Fuente: www.lagazeta.com.ar
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